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El tendero de Gustavus

El tendero de Gustavus

Gustavus es un pequeño pueblo (no llega en medio millar de habitantes) a la entrada del parque nacional de Glacier Bay, en el sureste de Alaska. Como a otros tantos pueblos de esta región del estado, solo se puede acceder por mar o aire. Incluso Juneau, la capital, sigue este mismo patrón, son islas rodeadas de tierra, montañas y hielo. A pesar de que Gustavus dispone de un aeropuerto con una pista como es debido, donde aterriza cada día del verano un vuelo regular de Alaska Airlines, volar es caro. Las avionetas que van y vienen de Juneau tienen espacio limitado, tanto de personas como de carga. Así pues, la conexión con Juneau (y de paso, con el resto del mundo) depende de los ferrys de la Alaska Marine Highway.
Desgraciadamente, los ferrys de Alaska pasan un momento crítico, con recortes de rutas, barcos estropeados y ni un duro en la caja… Gustavus lleva desde el mes de octubre sin conexión en ferry. No es que les importe demasiado, parece ser que la vida a Gustavus es bastante tranquila, incluso en verano, cuando venden los turistas que visitan Glacier Bay. Desgraciadamente, tienen que seguir comiendo, y les hace falta material para reparar todo lo que se estropea (en aquella zona, llueve mucho, hay mucha humedad, y frío en invierno): casas de madera, motores de coches, cañerías. Por otro lado, les hacen falta enseres para seguir pescando y cazando, puesto que la mayor parte de sus habitantes viven en una economía de subsistencia.
Aquí es donde aparece la empresa Toshco. Pertenece a Toshua Parker, que es el dueño de la tienda de comestibles y lo que haga falta de Gustavus. Es la tercera generación de propietarios de la tienda, ha mamado el negocio y no es un recién llegado en este oficio. Con este conocimiento de la logística de los víveres en la Alaska más remota, y quizás viendo que el mundo iba en franca decadencia (¡y sobre todo el sistema de rutas de ferry!), tuvo la genial idea de comprar una de aquellas lanchas anfibias de los desembarcos estilo Normandía y otras guerras, a un buen precio. La arregló, le dió un repaso a los motores (en Gustavus son todos unos manitas) y, cuando los ferrys dejaron de visitar Gustavus, inició la ruta semanal con Juneau. Durante la semana, recibe los pedidos de sus vecinos. Sale de madrugada, aprovechando la marea alta, y en unas horas, llega a Juneau. Desembarca en una playa con su coche, y se pasa el día comprando. Pasa la noche a la barcaza (para vigilar las mercancías, todo el mundo sabe que en la gran ciudad hay muchos ladronzuelos), y vuelve a salir cuando la marea alta se lo permite, de madrugada. Por la tarde, llega a Gustavus, donde sus vecinos lo esperan con alegría. Añade una modesta cantidad al precio de cada producto, y se gana bastante bien la vida. Se le ve buena cara, en la foto del artículo…
Autor: Francesc Nolla
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